Había una vez un León durmiendo en un campo soleado. Un Escorpión acudió a él y le dijo: "León, eres tan grande. Supongo que eres la criatura más grande de todas estas tierras." El León replicó: "Sí, creo que lo soy". "Y", dijo el Escorpión, "también debes ser la criatura más valiente y más fuerte". "Eso dicen", dijo el León.
"Mi única ventaja es mi aguijón venenoso", dijo el Escorpión. "Y supongo que podrías aplastarme bajo tus patas antes de que pudiera picarte ni una sola vez".
"Podría bastante fácilmente", dijo el León levantándose y estirándose.
"En realidad, si te picara, dudo que siquiera lo notaras".
El León miró al pequeño Escorpión con curiosidad. "Quizá. Pero creo que te pisaré ahora, pequeño, y nunca tendrás la oportunidad". "Oh, pero gran León", dijo sonriendo el Escorpión, "te piqué hace cinco minutos". Y el León no tuvo más que decir.
"Mi única ventaja es mi aguijón venenoso", dijo el Escorpión. "Y supongo que podrías aplastarme bajo tus patas antes de que pudiera picarte ni una sola vez".
"Podría bastante fácilmente", dijo el León levantándose y estirándose.
"En realidad, si te picara, dudo que siquiera lo notaras".
El León miró al pequeño Escorpión con curiosidad. "Quizá. Pero creo que te pisaré ahora, pequeño, y nunca tendrás la oportunidad". "Oh, pero gran León", dijo sonriendo el Escorpión, "te piqué hace cinco minutos". Y el León no tuvo más que decir.
("La Senda del Escorpión". Ed.: La Factoría de Ideas)
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