8 de septiembre de 2007

Introducción

Hikaru estaba en la terraza haciéndole una trenza a su hija Meiko, de 14 años, mientras las pequeñas gemelas Chinatsu y Narumi correteaban a su alrededor.

Unos golpes en el piso de abajo inquietaron a Meiko y a Hikaru, que se miraron alarmadas.

- Corre Meiko, escóndete con tus hermanas en el armario del salón.

Las niñas obedecieron a su madre enseguida.

- Meiko, ¿qué ocurre? – preguntó angustiada la pequeña Chinatsu.

Meiko sonrió dulcemente y le respondió:

- Estamos jugando al escondite. ¿Acaso no os apetece?

- ¡Sí, sí! – gritaron las pequeñas muy ilusionadas.

- Callaos, que nos van a descubrir. Mirad, si cerráis los ojos y no decís nada ni hacéis ningún ruido, seguro que no nos encuentran. Hasta que yo no os avise, no os mováis de aquí.

- Vale, Meiko – añadió Narumi.

Meiko le dio un beso a cada una en la frente. Le resultó muy difícil esconder su miedo frente a las pequeñas, pero la situación requería ese gran esfuerzo.

Las gemelas, de sólo 3 años y medio, estaban encantadas de jugar al escondite. Ya se habían escondido ahí muchas otras veces y nunca las habían descubierto.

El armario tenía rejillas en las puertas. Meiko podía ver lo que ocurría fuera, pero los de fuera no podían verla a ella, ya que dentro estaba oscuro y, ¿quién se iba a fijar en ese pequeño armario?

De pronto, una sombra cruzó la habitación. Meiko casi no pudo distinguir lo que era, y el sonido de la katana de su madre saliendo de la funda, llamó su atención.

La escena que presenció marcó su vida para siempre. Un hombre vestido de negro, con la cara tapada, estaba atacando a Hikaru con movimientos rápidos, ágiles y concisos. Su técnica era fantástica. Hubo un forcejeo y… el cuerpo de Hikaru cayó sin vida detrás de una mesa.

El corazón de Meiko se congeló. << ¡Mamá! >>. Una lágrima resbaló por su mejilla.

El ninja se disponía a salir de la habitación, cuando Teinosuke le cortó el paso. La velocidad del hombre enmascarado era admirable. En sólo 3 movimientos esquivó los golpes del padre de Meiko y le partió la rodilla. Pero Teinosuke también era rápido y consiguió derribar a su oponente, clavándole su tanto en la garganta.

Teinosuke, arrodillado, trataba de colocarse la rodilla. Pero,… ¡oh, no! Otro hombre de negro se estaba acercando por la espalda preparado para matar a Teinosuke.

Meiko abrió la puerta del armario y, sigilosamente, salió de él. Tenía que hacer algo o su padre también moriría. Por suerte o por causas del destino, Meiko alcanzó a distinguir una aguja de coser de su madre. Rápidamente la cogió y se la lanzó con todas sus fuerzas al asesino en potencia de su padre.

¡Bingo! La aguja atravesó la sien del ninja que, gritando de dolor, cayó al suelo. Teinosuke se giró velozmente e inmovilizó al dolorido oponente. Miró hacia donde se encontraba Meiko. Estaba de pie, con la mirada perdida y la cara empapada en lágrimas.

Los guardias de la casa aparecieron corriendo y se llevaron al prisionero. Ayudaron a Teinosuke a ponerse en pie, y éste se acercó a su hija.

- Meiko, flor de mi jardín, ¿dónde está tu madre?

Meiko levantó su mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de su padre y, rompiendo a llorar desconsoladamente, le abrazó tan fuerte como si le fuera la vida en ello.

Teinosuke comprendió enseguida. Se tragó su dolor y acarició el cabello de su pequeña Meiko.

* * *

Habían pasado 2 semanas desde el entierro de Hikaru y los rumores en la casa del cortesano para el que trabajaba Teinosuke iban de boca en boca de todos los que allí trabajaban.

Meiko ya comprendía lo que había ocurrido. La casa fue atacada por unos ninjas que buscaban unos documentos de índole imperial.

- Padre, he decidido servir a la familia Shosuro para honrar al imperio.

Teinosuke perdió la resistencia de su rodilla izquierda durante el ataque. Ahora tenía que ayudarse con un bastón. Paseó durante 2 horas con su hija Meiko sin decir ni una palabra hasta que, finalmente, puso su mano sobre el hombro de Meiko y le dijo:

- Tu corazón es ardiente. Te costará encontrar el equilibrio y yo no podré ayudarte. Eso es algo que conseguirás tú sola. Ten cuidado en el camino.

Meiko agachó la cabeza y su padre la besó en la frente. Acto seguido, se dirigió a la casa, dejándola meditar sobre su decisión.

El deseo de Meiko era convertirse en una gran ninja y vengar la muerte de su madre. Quería servir al imperio para evitar que mataran a más inocentes.

* * *

Durante los años que siguieron, Meiko entrenó duro para convertirse en aquello que anhelaba. Debía compaginar su formación con el cuidado de sus dos hermanas, pues desde que Hikaru murió, Meiko se hizo cargo de ellas como si se tratase de sus propias hijas. Tuvo que madurar muy rápido. Aprendió a escuchar y a comportarse como una gran mujer bushi. Observó el comportamiento de los hombres hacia las mujeres y se especializó en agradar al sexo masculino, para su futuro propio beneficio. Ha estado tan obsesionada con su propósito que jamás se ha fijado en un hombre con otro interés que el de sacarle información.

Alcanzó su meta más cercana, y ahora ya está preparada para las órdenes que le dé su sensei.

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